Mondrián ha muerto. Todavía respira artificialmente, y su corazón se resiste y sigue latiendo fuerte, pero ya ha muerto. Anja iba a escribir más cosas sobre él esta noche, mientras lo velaba, pero había tiempo por delante, así que tiró una hora leyendo las crónicas y los análisis de la última jornada de la Liga. Después la avisaron de que se moría. De esto hace cuatro horas. Nunca había sentido un dolor como éste. Le pesan y le aplastan el pecho y la garganta todas las palabras crueles que le dedicó. Pero mucho más le duele y aterra saber que se va a ir. No podía imaginar cuánto lo está echando ya de menos. No tenía ni idea de que sentía algo así por él. Se siente destrozada, idiota, espantosamente estúpida... había escrito frases sueltas para continuar estas líneas; algo sobre que él volvería a resolver los problemas sin apenas proponérselo, y ciertas sospechas sobre toda la parte de él que acabaría muriendo en ella. Ahora sólo piensa que con su muerte le da la posibilidad de nacer. Que no ha existido hasta hoy, que todo lo que ha sido es fraude. Que ha vivido ajeno a la vida, y a la muerte, y que ha sido incapaz de entender nada de lo que significa vivir. Éste es su último e insuperable legado. No sabía que lo quería tanto. No tenía la más remota idea de todo lo que le estaba dando. Sólo puede ver su última sonrisa socarrona, diciéndole que es la peor enfermera del mundo. Sólo ve sus gestos y los hago suyos. Sólo oye su voz, que tanto añoro ya. Siente las quejas de quien sabía dede hace días que “tranquilo” significaba muerto, que “ya” quería decir nunca. Lo ve, lo oye y lo siente como nunca supo hacerlo antes. Ahora que ya se marcha. Ahora que lo ha perdido, tal vez sea la única ocasión en la que ha ganado su maravillosa esencia.
Adiós, Mondrián. Bienvenido a este desconocido y verdadero lugar de su alma.
martes, 24 de abril de 2007
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